La agresión es un
instrumento básico que sirve a la supervivencia de la
especie. Sirve tanto para el líder, que sabe
guiar a la manada hacia la perpetuación de su
especie, como para el dominado, que además de identificarse con su manada, obtiene el beneficio de la protección.
A un ser considerado superior se le
asignan atributos especiales, tal cual hacen los lobos con su líder. Pero ellos saben por qué existe ese líder. Es el más fuerte, y
perderé si me enfrento a él, y por ello me someto y le sigo. Me siento
protegido. Una jerarquía creada a base
de grandes dosis de agresividad. Pero al menos surge de ella un beneficio común conocido por todos los miembros de la comunidad.
El problema en nuestro caso es que nadie
sabe cómo llegó aquél a
dominarnos, pero se entiende que también de forma agresiva, es el más fuerte, aunque nunca se enfrentó con ninguno de
nosotros para comprobarlo. Y lo peor de todo, es que me da la sensación de que este tipo de jerarquía no es
beneficiosa para todos, no me siento identificada y mucho menos protegida.
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De la agresión física es conocida su consecuencia y es ilícita y castigada socialmente (en determinados casos se ha aprobado, ya
lo sabemos, con fundamento religioso y moralista que supuestamente justifica el
beneficio de la sociedad). Pero el ser humano utiliza otra técnica más sutil de agresión, haciendo uso de su inteligencia, y esta es la
humillación. Esta, en teoría, también tendría su castigo,
pero es que no deja huellas, no es fácil probar que un
trastorno es la consecuencia de la humillación, y cuando esto
ocurre, los semejantes exteriorizan más que nunca su
instinto de depredación nata, y apartan
al débil. La depredación tiene un rol
primordial en la selección natural, que
poco tiene que ver con lo social, pero este es otro tema del que quiero hablar
en otra entrada.
Yo considero que la humillación se manifiesta básicamente de dos
formas: la humillación pacífica y la humillación agresiva:
- La humillación pacífica se manifiesta a través del sentimiento de lástima, de normal, de forma no consciente. Esta es la peor, porque supuestamente y bajo el punto de vista de la norma social, ennoblece a la persona que la expresa. La hace más “humana”. La lástima es una manera de imponerse al otro de forma pacífica, siempre que aquél se humille también pacíficamente y considere que es un ser inferior necesitado y dependiente, y en consecuencia, sometido a aquél sobre quien provoca el sentimiento de lástima. Lo que suele suceder es que, mientras uno humilla involuntariamente, el otro se siente herido y antes o después exterioriza la ira acumulada y descargará una buena dosis de humillación sobre la víctima que elija.
- La humillación agresiva impulsa a considerar tontos e inferiores a los demás. Se humilla de forma consciente y con la intención de dañar. Esta provoca mucha tensión, porque la inteligencia es la herramienta básica que cada vez más el ser humano utiliza como garantía para la supervivencia, y anulando esta capacidad, se anula con ello a la persona entera. Esta es una imposición voluntaria, porque el que humilla trata de marcar su linaje, el puesto que le corresponde, su posición relativa respecto al otro. Pero este otro no suele aceptar la derrota tan fácilmente, y no quiere reconocer una posición que, según él, no está ni argumentada ni mucho menos justificada.
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