lunes, 27 de agosto de 2012

absurdo



Llegué a la Tierra hace 38 años, porque hay un Sol que, sin saber por qué, me otorgó la mayor de las virtudes: la Vida. Y puesto que se la da también al insecto, al reptil y demás seres de la Naturaleza, comparto con ellos este azar. Sin embargo, me inquieta el hecho de pensar que todo tipo de animal o planta, por extraños que sean, más que yo, saben cómo utilizarla. Para qué sirve la Vida o qué hacer con Ella. Qué absurdo. En realidad, lo sé, lo sabemos tan bien como ellos. Es sólo que en el afán de sentirnos seres superiores, hemos desechado el libro innato de instrucciones.

Si no tuviera en cuenta al Sol, cosa que descarto, diría que fueron necesarios dos humanos para crearme. Pero ni ella es mi madre, ni él es mi padre. Tampoco ellos son mis hermanos. No son míos, ni yo de ellos. Y es que tan pronto se desarrolló mi conciencia, arranqué de cuajo el cordón umbilical. Este ombligo que tengo, ya no es una puerta de entrada (lo fue durante 9 meses básicos y algunos años más).  Ya no me alimenta. Para eso me sirvo de mis sentidos, esas herramientas que utilizo tal y como aprendí a manejarlas, a mi antojo, para cosechar una mente propia. Acertada o errónea, pero mía.

Vivir parece fácil, quizás lo sea, pero para mí es enigmático, una gran cuestión, que mientras trato de resolver, sobrevivo por una mera cuestión de adaptación al medio, lo cual constituye una necesidad básica, cuyo origen se ubica en el corazón primordial: el instinto de conservación.

Y si me fijo bien, me encuentro con que, mientras busco una respuesta absurda, voy viviendo, como lo hacen los otros seres, como todo lo que vive, de una forma innata.

Soy un animal, de eso no cabe duda, aunque de momento no sea muy consciente de ello. Pero como decía al principio, ya hace 38 años, ya es hora de empezar a saber lo que realmente soy. Y para ello creo necesario ir desprendiéndome poco a poco de todo aquello que, no siendo natural, me ha influido de forma determinante, aunque me atrevo a decir, no decisiva.


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